¿Cuántos de nosotros no habremos de haber tenido nuestra primera experiencia de cómputo en un súper? Hoy, junto con un compañero de trabajo recordabamos nuestra primera experiencia al frente de un monitor y un teclado. Y vaya monitor y teclado al que me tocó enfrentarme a mí primero, una poderosa Commodore conectada a una televisión Zonda, nada más y nada menos que en el Aurrerá de Miguel Angel de Quevedo y Avenida Universidad, en Coyoacán, Ciudad de México, hoy, llamado Wal*Mart.
Me acuerdo de esas cajas que parecían bolillos con teclado con su poderoso BASIC de Microsoft 2.0 y sus masivos 3 Kbs de RAM. Caray, hoy por el más humilde celular andan 16 MB de RAM y esas computadoras tenían 3 Kbs disponibles para poder ser ocupados por el programa y las variables... ¡pero cómo nos divertíamos creando programejos en esas cosas, y lo más divertido, los grababa en maravillosas cintas de audio, glorificadas como dispositivos para guardar datos!.
Brincaba yo de gusto con la poderosa Commodore 16 que mi padre adquirió para mi disfrute personal, era una maravilla de máquina con 128 masivos colores, y aunque no tenía sprites, tenía unos juegos fabulosos que venían en cartuchos que ni tardo ni perezoso me dí a la tarea de intentar romper el programa ¡cosa que conseguí!, cuando me empecé a meter en el monitor de la máquina y empecé a entender un poco sobre mapas de memoria, y cosas por el estilo, era lo máximo.
Hoy la máquina que poseo deja muy por detrás el humilde corazoncito de 1 MHz que latía dentro de esas cajas. Pero los recuerdos son imborrables, y eran máquinas que nos educaron a muchos en esto del cómputo y que nos ayudaron a pensar de una forma estructurada. También fueron víctimas de nuestros intentos por modificarlas de manera electrónica para que hicieran cosas como la interfaz robótica que me dió por construír ¡y que le valió a mi pobre máquina visitar la tienda de Grupo Sigma, entonces importador de los productos Commodore!.
Fué una época de oro, sin duda.
De las máquinas de hoy no me quejo pero tampoco de las de ayer.
La libertad de expresión y la capacidad de difusión que solo el Internet puede brindar a este humilde escritor es un privilegio que nuestros padres y abuelos nunca tuvieron.
lunes, agosto 15, 2005
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario